[ Sin salida ]
Aquí me veo, arrinconada contra la pared y tu cuerpo. Las manos en alto, la espalda contra el frío, el calor de tu cuerpo, y esa boca que me supera a unos milímetros de la mía, y yo hago recuento ... ¿Cómo hemos llegado aquí?
- Todo empezó cuando nos citamos aquel día. Conversaciones inocentes, o eso parecía, acompañadas de una comida casual, miradas furtivas, sonrisas ligeras, las horas que vuelan...
Te volveré a ver. -
- Después de aquello más miradas que sellan acuerdos, sonrisas como medio de pago, besos de contrabando en paquetes de unas cuantas horas a tu lado. -
- Cambio de planes, negociamos entre las sábanas, esta vez sin testigos, una copa de vino soltaba las lenguas, y una música de fondo relajaba el ambiente.
Y de pronto algo se acciona, un cruce de miradas, una sonrisa intencionadamente mal interpretada desata un tiroteo de besos que acaban con heridas por toda la piel, las marcas de mis dedos, tu boca explorando mis rincones, disparos en silencio, solo roto por suspiros entrecortados de dos heridos al borde del final.
Pero se acaba la munición, saco bandera blanca y firmo la paz temporal, se acabaron las hostilidades por esta noche.
Caímos rendidos, sin poder parar de sonreír, a medio camino entre la locura y la certeza de que no ha sido un sueño.
Y aquella noche sellamos el trato, aún con la marca de las heridas en la piel juramos que nos volveríamos a encontrar, esto no acaba aquí. -
- Empieza el juego, un punto de encuentro, distintas fechas, tú dices la hora, yo allí estaré.
No duele, llevamos chalecos antibalas.
Y ambos somos diestros en el arte de esta guerra.
Años de experiencia y heridas de guerra, todo demostrable según nuestro currículum semtimental.
Mafiosos del amor.
Es solo un juego, ¿qué puede salir mal?
Nada... -
¿Y entonces? ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Por qué me veo ahora acorralada entre tu cuerpo y la pared, con el miedo reflejado en las pupilas?
Dejó de ser un juego, y has ganado tú. Lo admito.
Ni siquiera sé qué ha pasado exactamente.
Fogonazos de luz ciegan mis recuerdos, y entre uno y otro ahora intento reconstruir.
- Unas horas atrás, te recuerdo sentado frente a mi, un interrogatorio. ¿A qué viene esto?
Te enfadas, porque tú preguntas y yo no sé responder. Yo no quiero responder.
Me aprietas, yo no hablo.
Intento esquivarte y me sale al revés.
Necesitas esa información. Me niego a ceder.
Te acercas a mi. Y mi voluntad se tambalea.
Te miro a los ojos, suplicándote en silencio que no. Omites mi advertencia.
Intento retroceder, tú me sigues.
Cabezota, como siempre, te niegas a rendirte.
Mi espalda acaba por toparse con la fría pared. No tengo salida.
Y tú cada vez más cerca de mi.
Acabas acorralándome. -
Y así hemos llegado hasta aquí.
Tu boca a dos milímetros de la mía me hace perder la razón.
Tú ganas, me rindo.
Me quito el chaleco antibalas. Ya no tengo protección.
Se acabaron los juegos, ya no tiene sentido.
Y así, a pecho descubierto, sin posibilidad de protegerme, te digo la verdad.
Intenté evitarlo, pero me salió mal. No debía enamorarme, esas eran las reglas, y no las cumplí.
Me miras incrédulo. Eso no te lo esperabas.
Te cojo la mano y dejo en ella una pistola, apunto en mi pecho, justo al corazón.
A mi mente viene una frase de no sé quién: "querer a alguien es darle el poder para destruirte, y confiar en que no lo hará".
Fin del juego.
Te quiero. Dispara.
** M€ ]
No hay comentarios:
Publicar un comentario